Una teoría de la personalidad segun Freud


Los instintos, un motor para la personalidad

 Los instintos son los elementos básicos de la personalidad, las fuerzas motivacionales que impulsan la conducta y determinan su dirección. La palabra alemana que uso Freud para este concepto fue Trieb, que puede traducirse mejor como una fuerza de pulsión o impulso (Bettelheim, 1984). Estos son una forma de energía (desde una perspectiva fisiológica claro esta) que conecta las necesidades del cuerpo con los deseos de la mente. Los estímulos (hambre o sueño, por ejemplo) son instintos internos. Cuando se activa en el cuerpo una necesidad como el hambre, esta genera una condición de excitación fisiológica o energía. La mente transforma esta energía corporal en un deseo (la representación mental de la necesidad fisiológica) el cual constituye el instinto o la fuerza de la pulsión que motiva a la persona a comportarse de forma tal que satisfaga la necesidad. Una persona con hambre, por ejemplo, actuará para satisfacer su necesidad buscando comida. El instinto no es el estado corporal, si no la necesidad del cuerpo transformada en un estado mental; es decir en un deseo.

Cuando el cuerpo se halla en un estado de necesidad, el individuo experimenta un sentimiento de tensión. El propósito de un instinto es satisfacer la necesidad y por ende reducir la tensión. La teoría de Freud se puede considerar una aproximación homeostática en la medida que propone que estamos motivados para restablecer y mantener una condición de equilibrio fisiológico que mantenga al cuerpo libre de tensión.

La gente puede tomar diversas trayectorias para satisfacer sus necesidades. Por ejemplo, la pulsión sexual puede satisfacerse mediante la conducta heterosexual, homosexual o auto sexual, o bien puede canalizarse en alguna otra manera de actividad. Freud pensaba que la energía psíquica podía desplazarse a objetos sustitutos y que este desplazamiento es de gran importancia para determinar la  personalidad del individuo. Si bien los instintos son la fuente exclusiva de energía para la conducta humana, la energía resultante puede invertirse en una variedad de actividades.


Tipos de instintos


Freud agrupó los instintos en dos categorías: los de vida y los de muerte. Los instintos de vida sirven al propósito de la supervivencia del individuo y de la especie, al buscar la satisfacción de las necesidades de comida, agua, aire y sexo, los instintos de vida se orientan al desarrollo. Las energías psíquicas expuesta por los instintos de vida es la libido, la cual puede asignarse o invertirse en objetos, un termino al cual Freud llamó catexis. Si a usted le agrada su compañera de estudios, por darle solo un ejemplo, Freud diría que catectizo en el su libido.

El instinto de vida que Freud consideraba más importante para la personalidad es el sexo, al que definió en términos generales. No hacia alusión únicamente al aspecto erótico si no que también consideraba casi todos los comportamientos y pensamientos placenteros. Freud Consideraba que el sexo es nuestra motivación principal. Los deseos eróticos surgen de las zonas erógenas del cuerpo: la boca, el ano y los organos sexuales. Sugería que los individuos somos seres que buscan constantemente el placer y bueno parte de su teoría de la persona personalidad se torna en función de la necesidad de inhibir o suprimir nuestros constantes deseos sexuales.

En oposición a los instintos de vida, Freud postuló los instintos de muerte o de destrucción. A partir de sus investigaciones en biología, afirmó un hecho sumamente evidente de que todas las cosas vivas decaen y mueren, regresando a su estado inanimado original y propuso que la gente tiene un deseo inconsciente de morir. Un componente de los instintos de muerte es la pulsión agresiva, descrita como el deseo de morir que se dirige contra objetos diferentes del yo. La pulsión agresiva nos impulsa a destruir, conquistar y matar. Freud llegó a considerar a la agresión una parte tan imperiosa de la naturaleza humana como el sexo.

Como anécdotas, varios de los seguidores fieles de Freud opinaron sobre este termino de la siguiente manera:


El concepto debería ser "relegad[o] al basurero de la historia" (Sulloway, 1979, p.394). "Otro autor menciono que si Freud era un genio, entonces la propuesta de los instintos de muerte era un ejemplo de un genio que tenia un mal día (Eissler, 1971).

Los niveles de la personalidad    

 La idea original de Freud dividía la personalidad en tres niveles: consciente, pre consciente e inconsciente. El consciente, según el propio Freud, corresponde a su significado básico. Abarca todas las sensaciones y experiencias de las que estamos al tanto en cualquier momento. Conforme usted lector, se fija en estas palabras, puede ser consciente del tacto de su mouse, o del teclado si quiere escribir un comentario o simplemente lo esta tocando. También de que su gato, o perro hacen un ruido lejos, o lo llaman a cenar, o le llega un whatsapp, twitt, notificación, entre otros.
Freud consideraba al consciente un característica limitada de la personalidad. En todo momento solo tenemos consciencia de una pequeña parte de lo que hacemos, de nuestros pensamientos, sensaciones o recuerdos. Comparaba la mente con un Iceberg. 

Freud le atribuía más importancia al inconsciente, esa parte mayor e invisible bajo la superficie (si ve el Iceberg). Este es el foco de atención de la teoría psicoanalítica. En las profundidades de este, se encuentran los instintos, aquellos deseos y anhelos que dirigen la conducta. El inconsciente posee el motor que impulsa todas las conductas, y es el receptor de fuerza que no podemos ver o controlar.

Entres esos dos niveles se encuentra el pre consciente, donde se almacenan las memorias, percepciones y pensamientos de los que no tenemos consciencia en el momento pero que podemos traer con facilidad a la consciencia. Por ejemplo, si su mente se empieza a alejar de este blog y comienza a pensar en un amigo, o pareja o política, estaría recuperando material de su pre consciente su consciente. 


Estructura de la personalidad: Ello, yo y superyó


El ello

Freud revisó más tarde en su teoría esta idea de los tres niveles de la personalidad e introdujo tres estructuras básicas en la anatomía de la personalidad: ello, yo y superyó. El ello corresponde a la idea inicial que Freud tenia del inconsciente (sin embargo, y tomen nota, el yo y el superyó también tienen algún contenido inconsciente, Fuente “Disección de la personalidad” Freud, 1923). El ello es el recepto de los instintos y la libido, es una energía poderosa de la personalidad porque la misma le proporciona tanto al yo como al superyó.

Por ser el receptor de los instintos, el ello se relaciona de manera vital y directa con la satisfacción de las necesidades corporales. Como se menciono anteriormente en el apartado del instinto, cuando el cuerpo se encuentra en un estado de necesidad se produce tensión y la persona actúa para reducirla mediante la satisfacción de la necesidad. El ello opera según con lo expuesto por Freud con el principio de placer; por su interés en la reducción de la tensión, funciona para incrementar el placer y evitar el dolor. Se esfuerza por lograr la satisfacción inmediata. 

El ello no tiene conciencia de la realidad. Podemos compararlo con un recién nacido que llora y agita sus puños cuando no se satisfacen sus necesidad, pero no sabe cómo obtener esa satisfacción. Un bebe hambriento no puede encontrar alimento por si mismo. La única manera en el que el ello se puede en caminar a satisfacer sus necesidades es mediante la acción refleja y la satisfacción del deseo mediante una experiencia alucinatoria o una fantasía; tal hecho fue denominado por Freud como procesos primarios de pensamiento.

El yo

Casi todos los infantes aprenden que no se le puede quitar la comida a otras personas, deben posponer el placer que obtienen de aliviar las tensiones del ano hasta que lleguen a un baño y no pueden dar rienda suelta a sus deseos sexuales y agresivos. Conforme el niños crece se le enseña a relacionarse con el mundo exterior de manera raciona e inteligente y a desenvolver sus capacidades de percepción, reconocimiento, juicio y memoria. Tales capacidades las usan los adultos para satisfacer sus necesidades. Freud las definió como procesos secundarios de pensamiento.

Estas características, que pueden sintetizarse como razón o racionalidad, están contenidas en la segunda estructura freudiana de la personalidad, el yo, que es el maestro racional de la personalidad. Su propósito no es impedir que ello satisfaga sus impulsos, sino apoyarlo a obtener la tan deseada disminución de la tensión. Por estar consciente de la realidad, el yo decide cuando y como pueden satisfacerse mejor los instintos. 

El yo no impide la satisfacción del ello, si no que trata de redirigirla en términos de las exigencias de la realidad. Percibe y manipula el ambiente de forma práctica y realista, por ello se dice que opera con el principio de la realidad. Es así como el yo ejerce control sobre las pulsiones del Ello. Permitiéndome en este paso hacer una analogía, al parecer Freud instaba una relación entre el yo y el ello, como de un piloto de fórmula 1 con su vehículo; el piloto debe supervisar, dirigir, controlar los mas de 300km (a lo mejor más no lo se jajaja) que puede desarrollar un F1, ya que si no lo hace este podría mandar despedido al conducta o peor aún, dañarlo a él durante una carrera.

El yo le sirve a dos amos, al ello y al principio de realidad, por lo cual, debe mediar continuamente entre los deberes y compromisos que generan las exigencias conflictivas de ambos. Toca acotar que el yo no es independiente del ello, este responde siempre a las exigencias de él y justo de él deriva su energía.

Es el yo  quien lo obliga a llevarse bien con las personas que le desagradan, porque así lo exige la realidad para poder satisfacer de manera apropiada las demandas del ello. El yo debe ejercer de manera constante función de controlar y posponer. De no hacerlo, los impulsos del ello podrían llegar a dominar e imponerse al yo racional. Freud decía que debemos protegernos de ser controlados por el ello y proponía varios mecanismos inconscientes para defender al yo.

El superyó

El ello y el yo no representan la totalmente la estructura de la personalidad concebida por Freud. Existe una tercera fuerza, poderosa, la cual adquirimos en nuestra niñez, las ideas del bien y el mal.  Para darle un calificativo mas difundido, se le conoce como la moral, a este aspecto Freud lo denominó superyó. Con frecuencia adquirimos a la edad de cinco o seis años la base de este lado moral de la personalidad, la cual consta en principio de reglas de conducta establecidas por nuestros padres. Mediante premios, castigos y el ejemplo, los niños aprenden cuáles son las conductas que sus padres consideran buenas o malas. Aquellos comportamientos por los cuales se nos castigan forman una parte del superyó, la conciencia. La otra parte, el yo ideal, incluye los comportamientos adecuados o correctos por los cuales se nos alaba. 

Es así como los infantes aprenden un conjunto de normas, las cuales han sido aprobadas o desaprobadas por sus padres. Con el tiempo, los niños internalizan esas enseñanzas y llegan a administrarse recompensas y castigos, de forma que el control ejercido por los padres es reemplazado por el auto control. En el papel de árbitro moral, el superyó es inexpugnable, e incluso cruel, en su búsqueda de la perfección moral. En términos de intensidad, irracionalidad e insistencia a la obediencia, no se distingue del ello. Su meta no es la mera proposición de las exigencias del ello de búsqueda de placer, como lo hace el yo, si no su completa inhibición, sobre todo de las que se vinculan con el sexo y la agresión. El superyó no se esfuerza por obtener placer, ni por la obtención de metas realistas, se esfuerza únicamente por la perfección moral.

El yo se encuentra atrapado en el medio, presionado por esas fuerzas insistentes y contradictorias. Por tanto, tiene un tercer amo, el superyó. Cuando el yo es sometido a tantas tensiones, lamentándolo mucho será inevitable la fiebre de los problemas mentales, el surgimiento de la ansiedad.

La Ansiedad que atenta contra el yo


Yo creo que al redactar este blog, en general ira dirigidos a psicólogos o personas que sean entendidos en la materia, por ello digo que según Freud, la ansiedad es un temor sin objeto.  A diferencia del temor, que si tiene un objeto en especifico. Un ejemplo que me gusta usar mucho en clases es el siguiente, en un salón donde la puerta tiene una pequeña ventanilla, ve asomarse una persona y me asoma una pistola, inmediatamente me asustare. Sin embargo, puede suceder otra cosa, cada vez que una persona se asome, pero no haga nada mas que asomarse e irse, y después, deje de ver por la ventanilla, yo empiezo a sentirme preocupado, sin que nadie aparezca, eso es a lo que yo llamaría ansiedad.

Freud hizo de la ansiedad una parte importante de su teoría de la personalidad al afirmar que es fundamental para el desarrollo del comportamiento neurótico y psicótico. Sugirió que el prototipo de toda ansiedad es el trauma del nacimiento, idea que uno de sus discípulos, Otto Rank, desarrolló con mas detalle. 

En el vientre de la madre, el feto se encuentra en el más seguro y estable de los mundos, donde cada necesidad es satisfecha sin demora. Pero al nacer se le expulsa a un ambiente hostil. De repente se espera que empiece a adaptarse a la realidad porque sus exigencias instintivas no siempre son satisfechas de inmediato. El sistema nervioso del recién nacido, inmaduro y mal preparado, es bombardeado con diversos estímulos sensoriales. Por ende, el niño inicia movimientos motores masivos, intensifica la respiración y acelera la frecuencia cardíaca. Este trauma de nacimiento, con su tensión y temor de que los instintos del ello no serán satisfechos, es nuestra primera primera experiencia con la ansiedad.

Se dice que la ansiedad es difícil cuando no se puede enfrentar y existe el riesgo de que nos sobrepase. Lo que Freud quería indicar con esto es que la persona independientemente de la edad, se ve reducida a un estado de desamparo como el que experimentó en la infancia. En la vida adulta, el desamparo infantil es emulado hasta cierto punto cada vez que el yo vive una amenaza.

Como si una Ansiedad no fuera suficiente: Tres tipos de ansiedad  

Freud propuso tres tipos de ansiedad: la ansiedad de realidad, ansiedad neurótica y ansiedad moral. El primero es ansiedad de realidad, de ella se derivan los otros dos según Freud. Ésta implica un temor a peligros tangibles en el mundo real. La mayoría de las personas sienten un temor justificado a incendios, desastres naturaleza, accidentes de transito y otros desastres similares. Todo individuo huye de los animales salvajes, de los autos veloces y de los edificios en llamas. La ansiedad de realidad cumple el propósito de guiar nuestro comportamiento para huir o protegernos de peligros reales. Nuestro temor disminuye cuando la amenaza ya no esta presente. No obstante, esos temores asados en la realidad pueden ser llevados al extremo. El individuo que no puede salir de su casa por temor a ser atropellado poalgún carro o moto. El que no puede prender un fósforo por que le da miedo el fuego, estos individuos están llevando sus temores fuera de lo normal.


La ansiedad neurótica tiene su base en la niñez, es un conflicto entre la satisfacción instintiva y la realidad.  A los infantes a menudo se les castiga por expresar abiertamente sus impulsos sexuales o agresivos. Por ende, el deseo de gratificar ciertos impulsos del ello genera ansiedad. Esta ansiedad neurótica es un temor inconsciente de ser castigado por exhibir de manera impulsiva una conducta dominada por el ello. El temor viene dado por lo que pueda suceder como resultado de satisfacer los instintos. El conflicto llega a ser entre el ello y el yo, y su inicio tiene cierta base en la realidad.


La ansiedad moral resulta de un conflicto entre el ello y el superyó. En esencia, se trata de un temor de la propia conciencia. Cuando una persona esta motivada a expresar un impulso instintivo que se opone a nuestro código moral, nuestro superyó toma represalias haciendo sentir vergüenza o culpa. La ansiedad mora está en función de que tan bien se haya desarrollado el superyó. Una persona con una fuerte conciencia inhibitoria experimentará mayor conflicto que otra con un conjunto menos estricto de normas morales. La ansiedad moral tiene cierta base también real.

La ansiedad alerta al individuo de que el yo está siendo amenazado y que, a menos que se tome alguna acción, como por ejemplo, disminuir la tensión como si se tratase de una pulsión de hambre o sed, este sera derrocado. Para protegerse el yo dispone de una serie de opciones: alejarse de la situación amenazante, inhibir la necesidad impulsiva que es la fuente del peligro u obedecer a la conciencia. Sin ninguna de esas opciones racionales funciona, entonces el yo dispondrá de sus mecanismos de defensa no racionales diseñadas específicamente para defenderlo.


La defensa es el mejor ataque, o en este caso la mejor herramienta contra la ansiedad




 La ansiedad es una señal de la necesidad de contrarrestar o evitar un peligro inminente o una amenaza para el yo. El yo debe reducir el conflicto entre las exigencias del ello y la restricciones de la sociedad o el superyó. Para Freud, este conflicto es permanente, ya que los instintos siempre presionan para obtener satisfacción, mientras que los tabúes de la sociedad tienden a limitar la satisfacción. Freud postuló varios mecanismos de defensa y advirtió que rara vez usamos sólo uno. Así mismo, existen algunas superposiciones entre los mecanismos. Aunque los mecanismos varían en cuanto su especificidad, comparte dos características 1) son negaciones o distorsiones de la realidad, y 2) operan a nivel inconsciente.

Represión

La represión consiste en suprimir algo de la conciencia en forma involuntaria. Es un olvido de tipo inconsciente de la existencia de algo que nos ocasiona incomodidad o dolor. Es el mecanismos de defensa fundamental y utilizado con mayor frecuencia. La represión puede operar sobre los recuerdos de situaciones o personas, o en nuestra percepción del presente e incluso sobre el funcionamiento fisiológico del cuerpo. Por ejemplo, un hombre que reprima tanto su pulsión sexual que puede llegar a la impotencia.

Negación

El mecanismos de defensa de la negación se relaciona con la represión y supone negar la existencia de alguna amenaza externa o acontecimiento automático que ha ocurrido. Por ejemplo, los padres de un niño que ha muerto pueden seguir negando la pérdida manteniendo sin cambios la habitación del niño.

Formación reactiva

Una defensa contra un impulso que nos molesta consiste en expresar de manera activa el impulso opuesto. A esto se le llama formación reactiva. Una persona motivada por fuertes impulsos sexuales que la atemorizan puede reprimirlos y reemplazarlos con conductas socialmente más aceptables. Por ejemplo, una persona que se siente amenazada por sus deseos sexuales puede revertirlos e iniciar una cruzada feroz contra la pornografía. Otra persona que le inquieta sus impulsos agresivos, puede tornarse abierta y amistosa.

Proyección

Otra forma de defendernos contra los impulsos que nos inquietan es atribuirlos a otra persona. Este mecanismo de defensa se conoce como proyección. Vemos en los demás, pero no en nosotros, la lujuria, la agresión y otros impulsos que nos resultan inaceptables. Un individuo puede afirmar: "yo no lo odio, es él quien me odia".

Regresión

En la regresión, la persona se retira o regresa a un periodo de la vida anterior que fue más placentero y libre de frustración y ansiedad. La regresión por lo general entraña el retorno a una de las etapas psicosexuales del desarrollo infantil. El individuo retorna a esta época más segura de su vida al manifestar comportamientos infantiles y dependientes que exhibía en ese momento.

Racionalización

La racionalización es un mecanismo de defensa que consiste en reinterpretar nuestro comportamiento de forma tal que nos parezca más racional y aceptable . Excusamos o justificamos un pensamiento o acción que nos inquieta persuadiendonos que existe una explicación racional para éste.

Desplazamiento

Si no tiene acceso al objeto que satisface un impulso del ello, la persona puede desviar el impulso a otro objeto. Esto se conoce como desplazamiento. Por ejemplo, los niños que odian a sus padres o a los adultos que detestan a sus jefes (como en la película Quiero matar a mi jefe... pero no a jenifer aniston a ella no jeje) , pero que temen expresar su hostilidad por temor al castigo, pueden desplazar la agresión hacia otra persona. El niño puede golpear a su hermano (a) y el adulto gritarle al perro o al que se le atraviese de ida al hogar. En esos ejemplos, el objeto original del impulso agresivo fue reemplazado por un objeto que no representa amenaza. Sin embargo, el objeto sustituto no reducirá la tensión de manera tan satisfactoria como el objeto original. Si la persona realiza varios desplazamientos, se acumula una reserva de tensión no descargada y se verá motivada a encontrar nuevas formas de reducir la tensión.

Sublimación

Mientras que el desplazamiento requiere encontrar un objetivo sustituto para satisfacer los impulsos del ello, la sublimación implica alterar estos impulsos. La energía instintiva se canalizara otras formas de expresion que la sociedad considera aceptables y admirables. La energía sexual, por ejemplo, se desvía o sublima en la creatividad artística. Freud creía que varias actividades humanas, particular las de naturaleza artística, son manifestaciones de los impulsos del ello que han sido reencauzados a salidas aceptables para la sociedad. Como en el caso del desplazamiento, la sublimación es un compromiso. Como tal, no trae satisfacción total si no que lleva a la acumulación de tensión no acumulada.


 Nuestros procesos cognoscitivos racionales, como la resolución de problemas, la toma de decisiones y el pensamiento lógico pueden, por ende, fundamentarse en una auto imagen inexacta, tomando nota de lo que anteriormente Freud dijo, que nuestros mecanismos de defensa  son negaciones o distorsiones de la realidad para poder afrontarla. Para Freud, nos motivan y controlan fuerzas internas y externas de las cuales no tenemos consciencia y sobre las que podemos ejercer poco control racional.

Existen situaciones en las que emerge la verdad sobre nosotros mismos, cuando las defensas se rompen y no logran protegernos. Esto ocurre en tiempos de estrés inusual o cuando nos sometemos a psicoanálisis. Cuando las defensas fallan, nos aflige una ansiedad abrumadora. Nos sentimos sombríos, despreciables y deprimidos. (Como el paciente del Dr. Stark en el Best Seller el Psicoanalista, Zimmerman, que poseía una ansiedad abrumadora.). A menos que las defensas se restablezcan o que nuevas formas tomen su lugar, es probable que desarrollemos síntomas neuróticos o psicóticos. Por lo tanto, nuestros mecanismos de defensa son sumamente necesarios para nuestra salud mental.

Etapas psicosexuales del desarrollo de la personalidad

Freud creía que todas las conductas son defensivas pero nadie utiliza las mismas defensas de igual manera. A todos nos motivan los mismos impulsos del ello, pero no existe universalidad en la naturaleza del yo y el superyó. Si bien esas estructuras de la personalidad realizan funciones iguales en todos los individuos, sus contenidos varían de una persona a otra. Se diferencian porque se forman a partir de la experiencia y no hay dos personas que hayan tenido exactamente las mismas experiencias, ni siquiera los hermanos criados en el mismo hogar. En consecuencia, parte de nuestra personalidad se forma sobre el cimiento de las relaciones únicas que establecemos cuando niños con diversas personas y objetos. Desarrollamos un conjunto personal de atributos del carácter, un patrón congruente de comportamiento que define a cada uno de nosotros como individuo.

El tipo de carácter único de un individuo se desarrolla en la niñez, sobre todo a partir de las interacciones entre el niño y sus padres. El infante trata de maximizar el placer mediante la satisfacción de las exigencias del ello, mientras los padres, como representantes de la sociedad, tratan de imponerle las exigencias de la realidad y moralidad.  Freud concedía tanta importancia a las experiencias de la niñez que decía que para el quinto año de vida la personalidad del adulto ya estaba firmemente moldeada y cristalizada. Lo que lo convenció fueron los propios recuerdos de su niñez y los que le revelaron sus pacientes adultos.

Freud detectó fuertes conflictos sexuales en el infante, que parecían girar alrededor de regiones corporales específicas. Advirtió que cada región del cuerpo obtenía mayor importancia como centro del conflicto a una edad diferente. A partir de esas observaciones desarrolló la teoría de las etapas psicosexuales del desarrollo; cada etapa esta definida por una zona erógena del cuerpo. En cada etapa del desarrollo existe un conflicto que tiene que ser resuelto antes que el infante o el niño pueda progresar a la siguiente etapa.

En ocasiones una persona se muestra renuente o es incapaz de avanzar de una etapa a la siguiente porque el conflicto no ha sido resuelto o las necesidades han obtenido tal satisfacción de un padre indulgente que el niño no quiere avanzar. En cualquier caso, se dice que el individuo queda fijado en esta etapa del desarrollo. En la fijación, una parte de la libido o energía psíquica permanece invertida en esa etapa del desarrollo, dejando menos energías para las etapas siguientes. La pulsión sexual infantil resulta central para la teoría psicosexual .

Etapa Oral

La etapa oral, la primera el desarrollo psicosexual, se prolonga desde el nacimiento hasta algún momento en el segundo año de vida. En este periodo la boca es la fuente principal de placer del niño. El bebé obtiene la satisfacción placentera al succionar, morder y tragar. Claro esta que la función biológica de la boca es de supervivencia, por ella es donde adquirimos el alimento, el agua, pero Freud le dio mayor importancia a las satisfacciones eróticas que se derivan de las acciones orales.

El infante se encuentran en un estado de dependencia de la madre o el cuidador , quienes se convierten en el objeto primario de la libido infantil. En términos sencillos, el niños está aprendiendo, de forma básica, a amar a la madre. La manera en que la madre responda a las demandas de su hijo, determina la naturaleza del pequeño mundo del bebé. El niño aprende de la madre a percibir el mundo como bueno o malo, satisfactorio o frustrante, seguro o peligroso.

Existen dos formas de comportarse durante esta etapa: conducta oral incorporativa y la conducta oral agresiva u oral sádica. El modo oral incorporativo ocurre primero y abarca la estimulación placentera de la boca por otras personas y por la comida. Los adultos fijados en la etapa incorporativa se interesan en exceso en las actividades orales, como comer, beber, fumar y besar. Si en su niñez fueron gratificados en exceso, su personalidad adulta estará predispuesta al optimismo inusual y la dependencia. Debido a la indulgencias excesivas que vivió en la infancia, continúa dependiendo de otros para satisfacer sus necesidades. Esto acarrea un comportamiento de ingenuos. A esas personas se les clasifica en un tipo de personalidad oral pasiva.

La segunda forma de conducta, oral agresiva u oral sádica, ocurre durante el doloroso y frustrante surgimiento de los dientes. Como resultado de esta experiencia, los infantes llevan a ver a la madre con odio a la vez que con amor. Las personas fijadas en este nivel son proclives al pesimismo excesivo, la hostilidad y la agresividad. Pueden ser dependientes y sarcásticas, hacer comentarios irónicos y mostrar crueldad hacia los otros. Tienden a envidiar a los demás, a tratar de explotarlos y manipularlos para su propio beneficio.

Esta etapa concluye con el destete pero si alguna libido permanece, ocurre la fijación. La atención del niño cambia entonces al otro extremo.

Etapa Anal

La sociedad, representada por los padres, tiende a estar a la expectativa de las necesidades del niño en el primer año de vida, ajustándose a sus demandas y esperando relativamente poco ajusto en respuesta. Esa situación cambia de forma considerable alrededor de los 18 meses de edad,  cuando al niño se le hace una nueva exigencia, el control de los esfínteres. Freud creía que la experiencia del control de esfínteres durante la etapa anal tenía un efecto significativo en el desarrollo de la personalidad. La defecación produce un placer erótico para el niño placer que debe aprender a postergar o demorar por el inicio del entrenamiento de control. Por primera vez, la satisfacción de un impulso instintivo es interferido cuando los padres intentan regular el momento y el lugar para la defecación.

Como cualquier padre puede atestiguar, se trata de una época conflictiva para todos los interesados. El niño aprende que tiene un arma que puede ser usada contra los padres. El niño tiene control sobre algo y puede decidir si accede o no a las exigencias paternas. Si el entrenamiento de esfínteres no va muy bien, el niño puede reaccionar de dos maneras; una es defecar en el momento y el lugar que los padres desaprueban, desafiando por tanto sus intentos de regulación. Si el niño encuentra que es una estrategia satisfactoria para reducir la frustración y la emplea con frecuencia, puede desarrollar una personalidad anal agresiva. Para Freud, esta es la base de muchas formas de hostilidad y conducta sádica en la vida adulta incluyendo la crueldad, la destructividad y las rabietas. Es probable que dichas personas sean desordenadas y consideren a los otros como objetos a poseer.

Una segunda manera en que el niño puede reaccionar a la frustración del entrenamiento de control de esfínteres es retener las heces. Esto produce un sentimiento de placer erótico y puede ser otra exitosa manera de manipular a los padres. El infante descubre así un nuevo método para asegurar la atención y el afecto paterno. Esta conducta es el cimiento del desarrollo de la personalidad anal retentiva. Testaruda y mezquina, esa persona desea o retiene las cosas porque sus sentimientos de seguridad depende de lo que se ahorre y posea y del orden en que se mantengan las posesiones de la vida. Es probable que la persona sea rígida, compulsivamente limpia, obstinada y excesivamente consciente.

Etapa fálica

Alrededor del cuarto y quinto año surge un nuevo grupo de problemas, cuando el foco del placer cambia del ano a los genitales. Una vez más, el niño enfrenta una batalla entre un impulso del ello y las demandas sociales reflejadas en las expectativas de los padres.

En la etapa fálica, los niños muestran considerable interés en explorar y manipular los genitales propios y los de sus compañeros de juego. Se obtiene placer de la región genital no sólo mediante conductas como la masturbación, si no también de las fantasías. Los niños se tornan curiosos acerca del nacimiento y de la razón por la cual los varones tienen pene y las niñas no; algunos suelen hablar de sus deseos de casarse con el progenitor del sexo opuesto.

La etapa fálica es la ultima de las etapas de la niñez o pre genitales y los conflictos fálicos son los de más difícil resolución. Su aceptación resulta problemática para mucha gente porque conllevan a la noción de incesto, un tabú para mayoría de las culturas. Entre los deseos incestuosos y la masturbación podemos ver cómo empiezan a sembrarse las semillas del choque, y la ira y la supresión en los padres del niño de cuatro años o mas. Una vez más la realidad y la moralidad tienen que enfrentarse con el poderoso ello.

El complejo de Edipo en los varones

El conflicto fundamental de la etapa fálica se centra en el deseo inconsciente del niño por el padre del sexo opuesto, acompañado del deseo inconsciente de reemplazar o destruir al padre su mismo sexo. De la identificación de Freud de este conflicto surge uno de sus conceptos más conocidos como es el Complejo de Edipo. Su nombre viene del mito griego escrito por Sófocles en el siglo V A.C en su obra Rey Edipo. En la historia, el joven Edipo mata a su padre y se casa con su madre sin saberlo.

El complejo de Edipo funciona de manera diferente para niños y niñas; Freud desarrolló de manera más plena la parte masculina del complejo. En el complejo de Edipo, la madre se convierte en el objeto amoroso del niño, quien muestra sus deseos sexuales por ella mediante fantasías y conducta manifiesta. Por otro lado, el niño ve al padre como un obstáculo en su camino y lo considera como un rival y una amenaza. Percibe que tiene con la madre una relación especial en la cual no se le permite participar, de ahí que sienta celos y hostilidad hacia el padre. Freud derivó su formulación del complejo de Edipo a partir de sus experiencias infantiles. "También en mi caso he encontrado el amor a la madre y los celos del padre" (Freud, 1954, p.223).

Con el deseo del pequeño por reemplazar a su padre viene el temor de que éste tome represalias y lo lastime. Interpreta su temor al padre en términos geniales, llegando a temer que le extirpe el órgano ofensor, que es la fuente de su placer y sus deseos sexuales. Es así como surge la ansiedad de castración, como la llamó Freud a lo que pudo haber sucedido en su propia niñez.

Tan fuerte es el temor del niño a la castración que se ve obligado a reprimir su deseo sexual por la madre. Para Freud, era una forma de resolver el conflicto edípico. El niño sustituye el deseo sexual por la madre con un afecto más aceptable y desarrolla una fuerte identificación con el pare; al hacerlo, experimenta cierto grado de satisfacción sexual vicaria. Para realzar la identificación, trata de parecerse más a su padre adoptando sus conductas, actitudes y estándares del superyó.

El complejo de Edipo en las niñas 

Freud fue menos claro acerca del conflicto fálico en las  niñas, al que algunos de sus seguidores llamaron Complejo de Electra. Igual que en el niño, el primero objeto de amor de la niña es la madre, por ser ella la fuente principal de alimento, afecto y seguridad en la infancia. Sin embargo, en la etapa fálica, el padre se convierte en su nuevo objeto amoroso. Este cambio se da según Freud, en el momento que la niña se da cuenta de que carecen del pene que poseen los varones.

La niña culpa a su madre de su condición supuestamente inferior y en consecuencia llega a amarla menos e incluso puede odiarla por lo que imagina que le hizo . Llega a envidiar a su padre y a transferir hacia él su amor por ser poseedor del preciado órgano sexual ( mi precioso, mi precioso, quiero mi precioso Smeagol. jajaja). Freud escribió: "las niñas sienten profundamente su carencia de un órgano sexual que es igual en valor al masculino; a ese respecto se consideran  inferior y esta envidia del pene es el origen de toda una serie de reacciones femeninas características" (Freud, 1925, p.212). En consecuencia, la niña desarrolla envidia del pene, contraparte a la ansiedad de castración del varón. Ella cree haber perdido su pene mientras el niño teme perder el suyo.

Para Freud, esta versión femenina del complejo de Edipo nunca puede  resolverse del todo, situación que pensaba da lugar a un desarrollo inadecuado del superyó en las mujeres. Freud escribió que el amor de una mujer adulta por un hombre siempre está matizado con la envidia del pene, la cual puede compensar en parte cuando tiene un hijo varón. La niña llega a identificarse con la madre y reprime su amor por el padre, pero Freud no fue claro respecto a cómo esto ocurre. (Para los conocedores del psicoanálisis Freudiano los invito a comentar esta parte y me ayuden a completarla).

La personalidad Fálica

Los conflictos fálicos y su grado de resolución son de gran importancia para determinar las relaciones adultas y las actitudes hacia el sexo opuesto. Los conflictos mal resueltos pueden producir formas persistentes de ansiedad de castración y envidia del pene. En el llamado carácter o tipo de personalidad fálica se hace evidente un fuerte narcisismo.

Aunque actúan de continuo para atraer al sexo opuesto, estas personas tienen dificultades para establecer relaciones heterosexuales maduras. De manera permanente necesitan reconocimiento y aprecio de su atractivo y cualidades únicas. En tanto reciban dicho apoyo pueden funcionar bien, pero cuando éste falta se sienten inadecuadas (os) e inferiores.

Freud describe la personalidad fálica masculina como excesivamente desenvuelta, vana y segura de sí misma. Los hombres con esta personalidad intentan afirmar o expresar su masculinidad mediante actividades tales como experimentar repetidas conquistas sexuales. La personalidad fálica femenina, motivada por la envidia del pene, exagera su femineidad y se sirve de sus talentos y encantos para abrumar a los hombres y conquistarlos.

El tenso drama de la etapa fálica es reprimido en todos nosotros. Cuando adultos, sus efectos nos motivan a un nivel inconsciente y es muy poco lo que podemos recordar, si acaso, del conflicto.

Periodo de latencia

Las constantes tensiones tipo tormenta del caribe o tempestad en los polos, de las etapas oral, anal y fálica del desarrollo psicosexual son la parte que moldea la mayor parte de la personalidad adulta. Alrededor de los cinco años ya se han formado las tres estructuras de la personalidad - ello, yo y superyó- y las relaciones entre ellas empiezan a cristalizarse.

Por gracia divina, ya que tanto al niño como a los padres les vendría bien un poco de descanso, los siguiente cinco o seis años son tranquilos (si luis, eso creía Freud - es una expresión-). El periodo de latencia no es una etapa psicosexual del desarrollo, en este lapso el instinto sexual permanece inactivo, temporalmente sublimado en las actividades escolares, pasatiempos, deportes y en el desarrollo de amigos y amigas.

Etapa genial

La etapa genital, la última etapa psicosexual del desarrollo, empieza en la pubertad. El cuerpo va adquiriendo madurez fisiológica y si no ocurrieron fijaciones importantes en una etapa anterior del desarrollo, el individuo puede llevar una vida normal. Freud creía que el conflicto en este periodo es menos intenso que en las otras etapas. El adolescente debe conformarse a las sanciones y tabúes sociales existentes que conciernen a la expresión sexual, pero el conflicto se minimiza mediante la sublimación. En la adolescencia, la energía sexual que presiona para obtener expresión puede ser satisfecha, al menos en parte, mediante la búsqueda de sustitutos aceptables para la sociedad, y más tarde, en la adultez, con una relación de compromiso con una persona del sexo opuesto. El tipo de personalidad genital es capaz de encontrar satisfacción en el amor y el trabajo, siendo este último una salida aceptable para la sublimación de los impulsos del ello.

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